22 sept 2009

Relatos Nómadas


El camino que va del pueblo al parque es tan corto...ni siquiera existe, porque estuvimos de acuerdo en que ambos eran una sola cosa, ya sea por el cementerio en lo alto, por las formaciones geológicas que parecen, por la cercanía, salir del patio de las casas. Todo da la impresión de estar integrado en una sinergia bastante bucólica que nos remonta a un tiempo apacible, sentimos esa sensación anacrónica de haber estado en otro tiempo, fue como si hubiésemos viajado de la vorágine a la calma.

Nos introducimos en la pequeña vereda que se abre paso estrechamente entre los seres gigantes hechos de tierra y viento, nos empeñamos en observarlo todo, pese a la utopía que eso implica, veíamos las panorámicas exquisitas repletas de las caprichosas figuras pero también observábamos las plantas; el tampaco, la adormidera, la ciruela que en Venezuela llamamos de huesito que allá tiene otro nombre, los sisales de donde se saca el fique, los musgos, los pastos, tantas otras...y también estuvimos pendientes de la fauna; seres pequeños se atravesaron en nuestro camino, alineaciones perfectas de bachacos rojos, una que otra hormiga culona, avispas zapateras y de la clase rayada aurinegra, algunas aves que no supimos identificar por nuestro poco conocimiento en estas areas y unos diminutos caracoles que habitan las capas húmedas del suelo.

Luego regresábamos a la casa de Don Gotardo, se supone que era un hostal o una posada, pero el ambiente era tan, pero tan familiar, que era como regresar a la propia casa, con las fotos familiares, las niñas corriendo por el patio, ni hablar de la deliciosa comida y la atención de nuestra anfitriona Evely.

Luego mientras permeábamos el contexto en nuestras mentes el compromiso seguía siendo la obra de arte que realizaríamos, ¿como reinterpretar aquella maravilla natural?, teníamos una idea esbozada en un proyecto pero se redimensionó automaticamente al estar frente al paisaje, Ivan grabó sonidos incluidos los del viento moviendo las hojas de los árboles, Chily y Annie lográron conseguir caracoles e incluso un escarabajo y entre todos me ayudaron a recolectar piedras y tierras,algunos compañeros de otros grupos también nos colaboraron de forma espontánea pues sabían del proyecto y nos aportaron muestras que ellos consiguieron, todo el proceso de recolección lo hicimos con respeto; las hojas recogidas del piso, las hormigas muertas en el camino o las conchas de caracol vacías, y sin embargo no dejamos de sentirnos algo usurpadores, Aunque más usurpadora nos pareció la instalación con cemento, directamente sobre las formaciones geológicas, de unas figuras de unos santos que a todos nos resultaron bastante incongruentes y desproporcionadas con respecto al paisaje...ni modo...El Laberinto de los Estoraques nos dejó ver lágrimas, desnudez, globos, y sobre todo la distancia dolorosa que hemos creado entre nosotros y la naturaleza.

Colectivo La Jauría: Annie, Oscuraldo, Chily e Ivan Romero.
San Cristóbal,septiembre 2009

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